No me digas que el cielo es el límite, cuando hay huellas en la luna

1.11.11

Ella..

Ella siempre dice que en todas sus historias hay un tren...

Estaba sentada en el andén con la mirada perdida hacia el túnel en dirección hacia donde tenía que llegar el tren, cuando se oyó que éste entraba en la estación, metió la mano en el bolso y sacó lo que parecía una maraña de metal, y la desplegó. Estiró la mano en dirección al tren buscando las puertas. Palpando las encontró y subió. Buscaba donde sentarse y. a golpe de bastón, encontró un hueco: justo el hueco donde yo pensaba ir. Vi que en frente había otro asiento libre y decidí sentarme allí.

Llevaba gafas oscuras, el pelo largo (muy largo, de hecho), oscuro y recogido en una coleta alta, con el flequillo en la cara, que era de tez blanca y fina. Llevaba un vestido azul y una sudadera negra. Tenía las manos finas, con dedos largos... Y me quedé ahí, mirando sus dedos durante mucho rato, viendo qué hacían. Nada, nada era lo que hacían, quietos, sobre sus piernas tenía las dos manos extendidas. Entonces, volvió a meter la mano en el bolso y sacó un cuaderno bien grande, blanco, que abrió por una página al azar y empezó a deslizar las manos sobre él.Ya me había dado cuenta que era ciega, es evidente. Así que me dediqué a mirar cómo leía... Leer en Braille es algo que siempre me ha llamado mucho la atención y creo que se me notó, porque enfocó su cara hacia mí y me preguntó si sentía curiosidad por ello. Le dije que sí, y me dijo que me acercara, que me enseñaría algunas cosas. ¿Me había visto? Más tarde me enteré que sí.

Ella nació viendo, como tú, como yo... Empezó a explicarme la historia, se dio cuenta que me preguntaba cosas, y empezamos a hablar. No le importó explicármelo todo. Yo hoy os lo resumo:

Sí, ya os he dicho que Ella nació viendo como ves tú mientras lees lo que te cuento. Cuando se hizo mayor, empezó a ver menos y le detectaron una enfermedad crónica que podía estancarse o ir a peor, dejándola en la oscuridad. Durante más de 12 años estuvo todo estancado, veía menos de la mitad de lo que vemos nosotros y, poco antes de conocernos ella y yo, una mañana se levantó y no se encontraba en su propio espejo. ¡Pero me había visto! Sí, veía bultos y luces, veía colores... Y precisamente eso, los colores era lo que más feliz la hacían, siempre llevaba cosas de muchos colores encima. Me contó que, una de sus mayores pasiones, era el color de los ojos de la gente; siempre pregunta de qué color son, y se los imagina. Luego pregunta por tu sonrisa y te palpa la cara para ver cómo es o saber cómo sería; te pregunta el color del pelo y lo busca; quiere saber cómo son tus manos; le encanta el azul del cielo y las letras hechas a mano; le gusta, hasta el color verde de los semáforos; le gusta leer y la música (de hecho toca el piano). Me preguntó dónde se iría todo cuando dejase de verlo. Hablamos un rato más. Llegué a mi parada y me bajé.

Lee en Braille, busca en su oscuridad la cara y las sonrisas de quienes la acompañan.
Esta frase me pareció maravillosa para acabar, pero recordé algo que me dijo, "haya o no haya luz no oculto la sonrisa, que es el mejor don que me han dado."

Ella siempre dice que en todas sus historias hay un tren, y en un tren la conocí.